Especial 10 aniversario de la muerte de Paco de Lucía en 8directo
Especial 10 aniversario de la muerte de Paco de Lucía en 8directo
Redacción: Francis Mena.
Fotografía: Gabriela Canseco
EN BUSCA DE LA GUITARRA MAESTRA
A Paco de Lucía le obsesionaba la perfección,
y a la vez valoraba la sencillez. Tal vez por eso
acabó entablando una buena amistad con An-
tonio Morales Nogués (Monesterio, 1956), un
extremeño afincado en Mallorca que terminó
siendo su guitarrero predilecto y, más que eso,
un aliado en encontrar la guitarra perfecta, que
no era otra que esa con la que él se encontrara
más a gusto.
Antonio Morales viene de buena escuela de
guitarreros, alumno de George Bowden, y lleva
33 años creando y arreglando instrumentos de
cuerdas. Las tres primeras veces que vio a Paco,
tras ponerles en contacto un amigo en común
para que le diera un consejo como carpintero,
no le dijo que hacía guitarras. “El primer en-
cuentro con Paco fue muy cariñoso, como si
nos conociéramos de siempre; me cautivó”.
Cuenta el veterano lutier que “con Paco no
había un encargo, había una colaboración”. “Era
lo suficiente inteligente como para no decirle a
un guitarrero lo que tiene que hacer, lo que sí te
dejaba claro era qué esperaba de la guitarra en
esa época de su vida”, explica Morales.
¿Y qué buscaba? “Paco usaba La Faustino,
una guitarra alta y dura, que era lo que nece-
sitaba durante muchos años, y él me decía An-
tonio, ya no quiero pelearme con la guitarra. La
guitarra tenía que tener ese punto de flexibi-
lidad pero no demasiado blanda para que no
perdiera esa pegada; los agudos más tensos
pero no rígidos, que tenga equilibrio… una se-
rie de cosas que nos costó un proceso entender
pero con el paso de los años entendí qué que-
ría”, responde el guitarrero extremeño. Todo
era cuestión de sensaciones.
Aquel cambio tenía un motivo que el maes-
tro explicaba a su amigo guitarrero con clari-
dad y gracia: “Decía: cuando yo empecé no había
los adelantos que hay ahora de amplificaciones y
tal, llegabas a un teatro y tenías que llegar a to-
das partes con tu sonido, yo metía mi mano y era
un serrucho que lo cortaba todo. Entonces tenía
que ser una guitarra de más tensión, más alta,
dura”. Ya en la que sería su última gira Antonio
Morales tuvo que modificar La Faustino, el ins-
trumento favorito en gran parte de su carrera,
para adaptarla.
Morales muestra su admiración por su ami-
go fallecido casi en cada palabra. Incluso cuan-
do se le pregunta cómo era trabajar con Paco
y no tenía más remedio que expresar que era
“uf, muy, muy exigente; pero tenía una parte de
suavidad, no te metía presión ni estresaba”.
LA MAESTRO
Así, en esa búsqueda, nació La Maestro, no la
guitarra perfecta sino simplemente la que me-
jor se adaptaba a las nuevas sensaciones del de
La Bajadilla. Paco, el genio de la música que no
sabía leer partituras, también era capaz de cam-
biar la guitarra, de forma literal, sin conocer
los complejos entresijos de la fabricación del
instrumento. Para ello contaba con un aliado
meticuloso, amante de su trabajo y que incluso
usa cálculos pitagóricos para alcanzar el punto
perfecto de sonido. “La Maestro fue fruto de la
colaboración de ambos y de un proceso de evo-
lución durante cinco años y muchas pruebas y
cambios”, recuerda Morales.
“Yo le llevaba guitarras y él se pegaba meses
probándolas y me iba diciendo qué le echaba
en falta, y ya iba trabajando con los grosores,
estudiaba el varetaje, la barra armónica, el ta-
maño de la boca, los grosores de las tapas en
una zona u otra… ya juegas con eso y reajustas
la guitarra. Yo trabajo con unos cálculos pitagó-
ricos. Desarrollo unos cálculos de vientres de
hondas y nódulos que van calculando los tipos
de armónicos que quieres potenciar, y cuando
tienes resuelto el diseño luego vas reajustando
con los grosores”. Matemáticas griegas, sonido,
sensaciones, manos y naturaleza. Para la última
guitarra que no pudo tocar el músico algecire-
ño usó una madera de palosanto de Brasil de
1954 y abeto de Alemania y un diapasón de 67
milímetros en vez de 65 como era habitual.
Antonio Morales reconoce que trabajar con
Paco de Lucía supuso un antes y un después
“inequívocamente” para su trabajo como lutier.
“Antes de conocerle había una tendencia y con
Paco hubo un cambio y mucha gente viene bus-
cando esas sensaciones, las cosas que le hacía
para él las sigo haciendo; fue un concepto de
guitarra que ahora aplico a todos los modelos”,
explica el guitarrero, que asegura que “cambió
el tipo de guitarra”. “Pero era tan humilde que
un día me dijo que estaba preocupado por mí
porque entendía que me estaba adaptando mu-
cho a él y temía que eso no sirviera para los de-
más guitarristas. Me sorprendía esa sencillez y
humildad”, afirma, aún extrañado.
Además, el lutier habla con orgullo de su
aportación para el último de sus discos: Can-
ción Andaluza. “Un día le pregunté que cómo
iba el disco y me dijo que mal, que le faltaban
matices, colores. Entonces tenía por allí un
alud árabe que decía que no había quien lo afi-
nara, cuyas cuerdas parecen de tender la ropa,
también un archilaúd, y un buzuki griego. “Me
los llevé y estuve indagando y modificando, y
cuando se las devolví las empezó a tocar y esos
instrumentos le ayudaron a encontrar los soni-
dos que necesitaba para el disco”.
Antonio Morales no olvida la triste noticia
del fallecimiento de su amigo, hace diez años.
“El día anterior habíamos hablado, me pregun-
tó cómo se escribía un instrumento, el guitarró
para ponerlos en los créditos de Canción Anda-
luza”, comenta emocionado. “Lloré como hacía
años que no lloraba».