La guitarra pitagórica de Paco de Lucía – Diario ABC

Diario ABC 20/8/2022

Texto MAYTE AMORÓS
Fotografías ALBERTO VERA

La guitarra ‘pitagórica’ de Paco de Lucía

“Más grande, con tres cuerdas más ‘blandas’ y una fórmula matemática: su lutier predilecto en Mallorca, Antonio Morales, la adaptó a las sensaciones del guitarrista de Algeciras”

La guitarra perfecta de Paco de Lucía no es ni clásica ni flamenca. Tiene el mástil particular, las tres primeras cuerdas son más flexibles y el diapasón es más grande de lo normal. Es difícil de explicar pero más difícil de hacer. Para construirla se necesitó media vida, cálculos pitagóricos, muchas confidencias y una gran amistad. La ‘Maestro’, como se la llamó, se hizo en un austero taller en la calle Hort de Torrella de Palma poco antes de la repentina muerte del artista en México en febrero de 2014. «Pero él nunca llegó a probarla porque estaba en el extranjero», cuenta con amargura Antonio Morales, quien fuera su lutier predilecto en Mallorca y a quien conoció por casualidad.

«Paco tenía un problema con una puerta en su casa de Mallorca y le pidió a un amigo que buscara a un ebanista. Me llamaron y fui tres veces. A la tercera me dijo: ‘Me han dicho que tú haces guitarras. ¿Qué tal son?’ ‘No están mal’, respondí. ‘Pues tráete una un día’». Al día siguiente empezó una sólida amistad que se fue fraguando cada sábado a las doce en punto en una reunión a tres con su amigo común, Pepe. Quedaban en casa del artista, en el barrio de Establiments, y hablaban de la vida, la música y de guitarras.

De las conversaciones sabatinas, Morales fue aprendiendo las preferencias del guitarrista de Algeciras y entendió que más que una cuestión de características, Paco amaba las guitarras por las percepciones que le despertaban al tocarlas. «Él buscaba recorrer todo el diapasón sin tener que abrir la mano; buscaba el equilibrio entre todas las cuerdas, la afinación, la digitación… Él buscaba, en definitiva, una cuestión de sensaciones», aclara.

Rodeado de viejas y valiosas maderas, escalpelos, serruchos, sierras, cepillos, limas, lijas y formones, el famoso lutier extremeño –«de Monesterio», aclara orgulloso de su pueblo natal– abre su taller a ABC y muestra una réplica exacta de la ‘Maestro’, expuesta como una reliquia. La coge, la toca como si acariciara una criatura, mientras le quita importancia y recalca que, en realidad, no querían hacer una guitarra ni mejor ni peor que otra. «Sólo buscábamos hacer la guitarra que mejor se adaptase a Paco en aquel momento», justifica con suma modestia.

La mejor madera

Antes de la ‘Maestro’, Morales le había hecho tres guitarras a Paco de Lucía: la réplica de una Marcelo Barbero de 1954, que fue portada del disco ‘Canción Andaluza’; ‘El serrucho’ –risas–, pero «su favorita era aquella, la ‘Gran Concierto’», hecha de ciprés y cedro.

Después se propuso hacer la guitarra de las sensaciones perfectas y cogió un molde basado en la Marcelo Barbero, aunque un poco más grande. «Paco quería que esta guitarra no fuera ni clásica ni flamenca porque si la guitarra tiene ese equilibrio, esa afinación y la facilidad de toque, el guitarrista la puede hacer sonar clásica o flamenca. Ese era el objetivo y no era fácil».

El lutier buscó los mejores materiales: palosanto de Brasil de 1954, unas tapas de abeto de Alemania «con bastantes años» y armó un diapasón de 67 –como la Faustino que solía usar– en vez de 65. Luego le añadió las «sensaciones» que Paco esperaba. «Básicamente quería que cuando tocara todo el mástil resultara la misma sensación, que las cuerdas dieran ese balance, él no quería saltos; busqué la afinación porque Paco era un obseso de la afinación, era lo primero que miraba».

Por último, consiguió que las tres primeras cuerdas tuvieran un efecto rebote para cuando picara y que ganaran ese punto de flexibilidad sin ser blandas. Porque si algo odiaba Paco eran las cuerdas tensas y las cuerdas nuevas. Por eso, Antonio se las ponía antes a Pepe para hacerles ‘rodaje’ y luego las guardaba por si al artista se le rompían.

La noche antes de morir, Paco y Antonio hablaron. «Me llamó porque estaba haciendo los títulos del disco ‘Canción Andaluza’». Morales le había puesto a punto todos los instrumentos para ese álbum y le llamó para asegurarse de escribir bien «guitarró» mallorquín para añadirlo a la carátula.

Fue una colaboración especial. Hacía un tiempo que Morales le había preguntado cómo iba el disco pero él no estaba del todo satisfecho. «Le pregunté por un laúd raro que tenía a su lado y me dijo que se lo habían regalado en Tánger hacía 30 años pero que las cuerdas eran para tender la ropa, durísimas», recuerda entre risas. Morales se la llevó a su taller. Cogió también un busuki griego y una mandolina e hizo un estudio sobre las afinaciones, pidió unas clavijas a EE.UU., puso los juegos de cuerda adecuados y se los devolvió. «Esto le encantó y le permitió darle más color a la grabación».

Además de la ‘Maestro’, le estaba haciendo otra guitarra muy especial. «Era con la Home Studio, que hicieron en Madrid Alejandro Sanz y Paco Ortega, y que desarrollaron con un estudio de grabación incorporado en la guitarra. Le hacía mucha ilusión y la tenía preparada pero no la llegó a ver. Ésa se la quedó mi hijo; la ‘Maestro’ la tiene Alejandro Sanz».

Se formó con George Bowden y aún hoy sigue estudiando complejas fórmulas en busca del sonido y la vibración perfectos

Antonio muestra las maderas apiladas en las estanterías del fondo. Algunas datan de los años 70 y fueron compradas por su maestro y antecesor George Bowden. El lutier extranjero le enseñó a hacer guitarras con la ciencia de las matemáticas y hoy aún sigue estudiando complejas fórmulas en busca del sonido y la vibración perfectos. «Yo tuve el mejor maestro que podía encontrar, era un estudioso y un investigador. Él me hablaba de proporciones, de frecuencias, de teorías pitagóricas, cosas que muchos otros guitarreros no trabajan. A mí eso es lo que me apasionó porque si llega a ser como hacer un mueble más, hago una guitarra y me voy, pero descubrí ahí un mundo diferente», reconoce.

Bowden tenía planos de todos los grandes maestros como Santos Hernández, Marcelo Barbero o Fleta. Les hacía radiografías a las guitarras gracias a un amigo médico al que se lo pedía. Así estudiaba dónde estaba cada barra. «Eso para mí fue un campo de trabajo apasionante».

Cuando Bowden murió, Morales heredó todo su legado guitarrero: las maderas, los planos, las radiografías… y empezó a desarrollarlo. «Fue una preparación fundamental para trabajar después con Paco de Lucía», sostiene con tono agradecido, dado que el nivel de exigencia del guitarrista era mayúsculo. «Te exigía, era un obsesionado de la afinación pero te liberaba siempre con una frase y te decía: ‘Tú sabrás cómo hacerlo’».

El mayor secreto

Y con las fórmulas sobre la mesa, Morales lo lograba. «Pitágoras demuestra con el monopolio pitagórico cómo se divide la vibración. Todo lo que diseño está basado en conceptos pitagóricos. Por ejemplo, la cuerda se divide en un medio, dos tercios, tres cuartos, cuatro tercios… y ahí encontramos los armónicos. Este es el secreto», enseña a través de unos papeles con anotaciones de su puño y letra. No se pueden hacer fotos. El secreto se lo llevará en su tumba, probablemente.

Antonio ha recibido varias propuestas para montar una escuela pero se reconoce demasiado anárquico para ser profesor. Eso y que todavía dice que tiene mucho por aprender. Ha heredado la misma humildad que su maestro, ‘Jorge’, a quien siempre rinde homenaje en sus etiquetas.

Hace 50 años que George Bowden abrió el taller en la misma calle. Antonio era un joven ebanista al que le apasionaba la guitarra, aunque pensaba que era una artesanía más. «Le pedí que me aceptara como alumno y accedió dos años después. A los tres meses cerré la ebanistería y ya me dediqué a esto porque me apasioné y vi que éste era mi camino».

Ahora está medio camino de la jubilación y no acepta encargos. El taller sigue abierto pero con un horario peculiar: «Abro desde que llego hasta que me voy», sentencia con tono jocoso. Ha dejado las artes marciales y ahora hace taichí. Su último reto es hacer una ‘Maestro’ con siete cuerdas en homenaje a Paco de Lucía y su predilección por la música brasileña. «Pensé que podía ser bonito hacer algún evento mezclando flamenco y música brasileña», suspira mirando la foto en aquel sofá con los dos amigos hablando un sábado a las doce.

Hasta que llegó la pandemia, amigos y guitarristas de todo el mundo se juntaban en el obrador de Antonio Morales ese día y a esa hora si por cualquier circunstancia estaban en Palma. La llamaron ‘la hora de Paco’. Luego vino el coronavirus y se dejó de hacer. Aunque en realidad no hace falta que sea sábado ni las doce para que Paco de Lucía esté presente en cada minuto de este taller.